El pasado día 8 intervine en la clausura de graduación de la II promoción de nuestro Máster de Estudios Curatoriales. Les comentaba que cuando hice mi MBA entre 2005 y 2007, nadie nos habló de la crisis de 2008. Uno de los rasgos del futuro es que, por su propia naturaleza, es en cierta medida imprevisible. Tal vez más en estos momentos. Muchas son las voces que intentan trazar el perfil de los museos del futuro en este Día Internacional de los Museos.
El Museo Universidad de Navarra es un museo diferente, muy vinculado a la actividad académica del Campus, a las generaciones futuras. Un museo que da tanta importancia al proceso creativo como a sus resultados. Y que acoge distintas disciplinas artísticas, debido en gran medida al carácter profesional de su dirección colegiada. Todo, desde nuestra vocación de investigación y docencia.
Por todo ello, creo que puede tener utilidad en el blog pensar, no tanto en cómo será nuestro museo en el corto o medio plazo, sino en cómo será la sociedad del futuro, pues cuanto más la comprendamos, de más servicio seremos. Por ello les propongo reflexionar sobre algunos aspectos del mundo que viene, tras leer y escuchar gente que merece mi confianza.
Más allá del ámbito sanitario, en el que la Universidad contribuye buscando un medicamento o vacuna eficaz para un virus que se cobra la vida de cientos de personas cada día en España, es evidente que nos encontramos ante un reto social y económico sin precedentes en nuestra historia reciente.
Ante toda esta situación, considero que lo acertado es adoptar un sano optimismo basado en la información veraz, y sin perder en ningún caso la paz y hasta la alegría. Pero es imprescindible realizar un análisis realista de la situación, afrontar los hechos sin edulcorarlos, contrastando datos y evaluando recursos. Todo ello es más sencillo desde la serenidad, desde la perspectiva del medio y largo plazo, la visión de conjunto.
La clave en la previsión del futuro mundo se encuentra en la distancia social. Este aspecto marca los cambios que se avecinan. Y además, en nuestro caso, requiere un esfuerzo adicional, puesto que culturalmente somos más dados a la proximidad física que otras sociedades.
Lo que estamos viviendo genera muchos desafíos y muchas oportunidades, como siempre en contextos nuevos, imprevisibles y complejos. Y también como siempre en esos contextos, habrá ganadores y perdedores.
Si nos fijamos en el corto plazo, quiero destacar una de las grandes oportunidades que se ha abierto: aprender y crecer como persona y como equipo. Es sencillo buscar oportunidades que faciliten a los equipos cohesionarse, generar sentido de pertenencia, no gracias a la proximidad física, sino a través de estrategias y medidas que nos aproximen emocionalmente, nos alineen en torno a un propósito. En torno a un objetivo común.
La rapidez con la que nos hemos dispersado para trabajar a distancia, tele-trabajar, ha ido consolidando un modelo que, a día de hoy, si bien es muy mejorable, va asentándose. En contra de lo que pensábamos hace unos meses, es posible trabajar a distancia en muchos más ámbitos de los que concebíamos. E importa menos de lo que pensábamos la edad o cualificación; esas barreras han podido ser superadas. Este hecho abre dos grandes áreas de oportunidad. Por un lado, se abre una vía de ahorro de costes, a través de la reducción de los alquileres, de la menor necesidad de espacios físicos en las oficinas; por otro, es indudable la oportunidad de negocio para quienes consigan mejoras en el trabajo a distancia.
Junto a la prioridad y al carácter central de la salud como valor de vida (sin el cual todo lo demás sirve para poco), destacaría la escucha activa, como algo clave en las instituciones. La adaptación del estilo directivo y de liderazgo a esta nueva dinámica social y económica se hará imprescindible. No basta con hacer lo mismo que “hacíamos antes”, se acabó el “esto siempre se hizo así”, ya no sirven antiguas estrategias exitosas. Sin una escucha activa de abajo a arriba, el directivo dejará de ser relevante, pues no sabrá leer los cambios acelerados de estos tiempos.
Pero más interesante aún es reflexionar sobre el largo plazo. En el largo plazo, la preocupación por la salud afianza rotundamente la necesidad de investigación, desarrollo e innovación. La I+D+i pasará a ser algo no cuestionable, sobre todo en todas aquellas disciplinas que han demostrado ser clave para afrontar la situación: la salud, la biomedicina, la docencia a través de medios digitales, el trabajo a distancia…
La transformación digital seguirá su curso, adquiriendo un carácter prioritario y urgente. Hemos abrazado a velocidad de vértigo prácticas que, en otras circunstancias, hubieran tardado años para implantarse: la gran reducción de uso de dinero físico, la implantación de la docencia online o por vías digitales o mixtas, o el trabajo a distancia…
Y esa inquietud por el futuro llevará aparejada un cambio en nuestros hábitos de consumo. Se prevé que se produzca un viraje hacia el ahorro y hacia el consumo de proximidad. Del consumismo desaforado y vivir al día, quienes puedan buscarán fomentar la liquidez, la contención de gasto y los estados contables más sólidos, diversificando las inversiones. Habrá un retorno a lo local, al comercio de proximidad, a recortar la distancia entre industrias y mercados, a la cohesión.
Aprenderemos todos a ser más flexibles. Las instituciones y las personas hemos comprobado la necesidad de ser capaces de contraer y expandir con rapidez nuestras estructuras y ámbitos de actuación. Iremos a empresas con poco peso de estructura, contratos por proyecto, escenarios estratégicos donde pueda darse un imprevisto “cisne negro”.
Las instituciones dedicarán mucha atención a la prospectiva, al escrutinio de un incierto futuro para intentar anticiparlo. Esto es algo que hacen los artistas de manera natural y a menudo intuitiva, detectando tendencias casi invisibles, e incluso a veces creándolas. Ven más. Y ser capaces de transferir esas visiones y capacidades a la sociedad es un reto en el que debemos profundizar.
La rapidez alcanzada por los cambios contrae los tiempos de respuesta, lo que podría haber sucedido en 7 años lo estamos experimentando en semanas o meses. Este enfoque comporta no pocas estrategias de negocio enfocadas en la flexibilidad para ganar en eficiencia, en la tecnificación de rápida evolución a través, por ejemplo, de la robótica. Los robots no enferman y permiten flexibilidad con menores costes fijos.
Los cambios que ha exigido la situación actual exigirán de todos a partir de ahora solidez financiera, reservas, ahorros. Muchas pequeñas empresas y negocios han revelado carecer de las reservas necesarias para afrontar un cambio tan brusco en poco tiempo y, aunque pueden ser flexibles, su propia debilidad financiera les hace vulnerables. Es lógico que se esté hablando de concentración de sectores, ya que los grandes actores aprovecharán esta debilidad circunstancial a través de adquisiciones de empresas más pequeñas que no han podido hacer frente al carácter súbito de la situación.
El estado buscará salir al paso de muchas de estas situaciones, e irá proponiendo medidas que extienden su presencia. El estado tratará de ocupar cada vez más espacio, a menudo en detrimento del ámbito privado.
Y para hacer frente a todo esto vamos a necesitar un sólido proyecto de país.
Asia, más acostumbrada a las respuestas monolíticas propias de estados autoritarios, para muchos está mejor preparada para hacer frente a esos “cisnes negros”. Sin embargo, su posición está amenazada por la eventual responsabilidad en el origen de la actual situación. En todo caso, los EEUU van a agrandar su brecha con China, bien porque sea responsable de la pandemia, bien porque sea la gran beneficiada económicamente y aumente así su amenaza a la hegemonía estadounidense. China ha demostrado su habilidad como potencia productora, pero el resto de países ha experimentado que depender de su producción les aboca a un escenario arriesgado, con reglas del juego que diversas a las occidentales. De este modo, las previsiones de crecimiento económico para el gigante asiático pueden recortarse.
Europa se encuentra en una difícil disyuntiva. Es el momento de decidir si se apuesta por un sólido proyecto común o si se acepta su disolución, quizá generando una “Europa de dos velocidades” en las que cada país cuida por lo suyo, mientras perdemos fuerza por disgregar decisiones, recursos y capacidad de presión internacional.
Frente a la internacionalización, regresarán algunas industrias a sus países de origen, por motivos estratégicos. Ningún país dependerá exclusivamente de otro en materias relevantes, sino al menos, de dos.
Los grandes retos económicos nos abocan a medidas poco populares de contención que pueden provocar conflictividad social: la reducción de pensiones, disminución del número de funcionarios públicos, reducción de salarios durante años, incremento del endeudamiento público… En este momento se ve con buenos ojos la “barra libre” de dinero para paliar las dificultades de particulares y empresas, pero no es sostenible por mucho tiempo y hay dudas de cómo van a manejar los gobiernos esa posibilidad de dinero para todos. El uso eficiente del dinero será moneda de cambio, y objeto de escrutinio por parte de todos. En esta situación parece razonable pensar que crezcan los populismos. La intervención de Europa en estos aspectos tendrá un peso decisivo en su evolución futura, en la evolución futura de cada país de la Unión.
Se abre el debate entre seguridad y libertad, ahonda en dicotomías que hasta ahora no se habían puesto de forma decidida sobre la mesa. El auge de valores como la salud, la ecología, la revalorización del mundo rural, de nuestros mayores y su sabiduría, el papel central de la familia y la comunidad abarcan más que los objetivos de desarrollo sostenible, los ODS.
En la misma línea cabe destacar la empatía del consumidor y del ciudadano con aquellas empresas que han mostrado tener “alma” durante este periodo. Se recordará la actuación de aquellas empresas que han dado un paso delante de forma decidida en favor del bien común. Se exigirá a las empresas no sólo que generan puestos de trabajo para la sociedad y riqueza para los inversores, sino verdadero servicio y valor añadido. Las empresas sin alma van a estar cuestionadas. Se va a revisar el modelo capitalista actual y el consumismo en el que hemos ido deslizándonos.
Como alternativa al populismo y la crítica fácil contra el sistema económico actual, cobran mayor relevancia movimientos como el capitalismo consciente, o los modelos sociales de desarrollo económico. Modelos de raíz capitalista que rescatan el valor central de la persona y sus necesidades en el modelo económico.
Y en el centro de todo ello, el individuo se ve confrontado consigo mismo, con su relativa soledad, su vulnerabilidad, su sentido y propósito, sus dilemas y preguntas. Habrá un auge de espiritualidad, de trascendencia. Desde ahí muchos recuperarán esa paz y esa alegría mencionadas al inicio; son dos ingredientes cruciales para navegar en las aguas agitadas de este mundo en transformación.
El arte genera cohesión social y nos sirve de avanzadilla, nos ayuda a comprender y reinterpretar todo aquello que nos rodea. El arte y sus artistas, con su generosidad y su mirada diferente, proporcionan un significado profundo y real a cuanto nos rodea. Hoy, más que nunca, necesitamos del arte, de la creatividad y sus valores. Tenemos que ser capaces de leer esta situación que nos rodea y ofrecer a la sociedad que emerge, a cada persona que se cuestiona el escenario, un entorno de paz y sosiego en el que disfrutar de una reinterpretación de la realidad que el arte sabe proporcionar. Poner en sus manos algunas claves de comprensión, sentido y disfrute.
Los Museos de este mundo en transformación tendremos que ser ágiles, flexibles, accesibles a distancia y con presencia, sostenibles y sostenidos por una sociedad que ha descubierto que el arte es necesario para la vida. Nos alinearemos con los ODS y trazaremos una estrategia 2030, para investigar y desarrollar nuestra labor al servicio de todos. Conscientes de la creatividad, del carácter global pero enmarcados en entornos locales. Adaptaremos nuestro espacio físico a la necesaria distancia física, pero sobre todo nos adaptaremos a esta sociedad cambiante. En el futuro, como hoy, los Museos hemos de ser relevantes y acompañar la transformación de una sociedad que necesita sentido y trascendencia.
Jaime García del Barrio
Director general del Museo Universidad de Navarra